El mundo audiovisual ha reflejado al sector inmobiliario mayoritariamente como un elemento nocivo causante de crisis económicas de efectos trágicos y desgracias como los desahucios, no en vano Akira Toriyama se inspiró para uno de los enemigos más infames de su obra Dragon Ball en la burbuja inmobiliaria que afectó a Japón entre 1986 y 1991. Ese antagonista no es otro que Freezer quien al frente de la Organización Interplanetaria de Comercio conquistaba planetas para luego venderlos al mejor postor.
Otra visión negativa del sector inmobiliario se ve ya en el séptimo arte con la película Éxito a cualquier precio (1992, James Foley) en la que Al Pacino, Ed Harris, Alec Baldwin y Kevin Spacey encarnan a agentes inmobiliarios en una ciudad de Chicago en plena depresión económica que utilizan, sin ningún escrúpulo, cualquier artimaña para vender esos hogares de película en la ‘ciudad del viento’ ya que la agencia para la que trabajan premiará al mejor vendedor con un Cadillac, al segundo mejor le obsequiará con un juego de cuchillos japoneses de cocina y al peor le esperará el despido.
Obviamente, estos dos ejemplos de la ficción audiovisual son muestras hiperbolizadas de un sector inmobiliario que tiene un papel imprescindible en nuestra sociedad como intermediario en el alquiler, compra y venta de viviendas que se rigen por unos rigurosos preceptos legales así como por el principio básico de la oferta y la demanda. En esa línea, las agencias inmobiliarias están lejos de tener vínculos con los llamados ‘culpables’ de la última crisis económica: las agencias de calificación crediticias y su tasación de los bonos hipotecarios.
Esa importante y profesional labor de intermediación que hacen las agencias inmobiliarias se pueden ver en varias películas a lo largo de la historia cinematográfica. Quizá la que más muestre la relevancia de ese papel del sector inmobiliario es la emotiva y enternecedora película Ático sin ascensor (2014, Richard Loncraine) en el que un matrimonio, interpretado por Diana Keaton y Morgan Freeman, pone a la venta su ático en la zona neoyorquina de Brooklyn tras llevar más de 40 años viviendo allí.
La falta de ascensor de este precioso ático, que es uno de los hogares de película por excelencia en el cine contemporáneo, será el motivo de venta para el matrimonio que cada vez le cuesta más subir los interminables escalones. Por ello, recurren a una agente inmobiliaria, interpretada magistralmente por Cynthia Nixon, quien se encargará de lidiar con los posibles compradores.
Otro film en el que se refleja de manera fidedigna el papel del agente inmobiliario además de mostrarnos maravillosas y coquetas viviendas de película de una zona residencial de Connecticut es Revolutionary Road (2008, Sam Mendes).
Ésta película se centra en el desgaste de la relación de los Wheeler, el típico matrimonio americano ‘perfecto’ de los años 50, interpretado por los oscarizados Kate Winslet y Leonardo di Caprio, sin embargo, el papel de la agente inmobiliaria que vende a la pareja la casa situada en la calle que da nombre a la película es crucial. Se trata del personaje de Helen Givings, encarnado por Kathy Bates, quien se convierte en amiga del matrimonio y al comienzo de la película confiesa al personaje de Winslet que cuando les vendió la casa fue una satisfacción para ella porque ellos forman “la pareja perfecta” para esa vivienda y llegaban “pletóricos de ilusión”.
El personaje de Bates es buen hilo conductor de la trama de la película y refleja el factor humano que tiene el sector inmobiliario pues se trata de un negocio centrado en facilitar algo primordial como una vivienda a una persona que como cualquier otra, tiene sus filias, sus emociones, su intrahistoria, etcétera. Es por ello, que esta película se cierra con la agente inmobiliaria hablando a su marido de que los Brace es la pareja ideal para la vivienda de Revolutionary Road y que costó vender la casa porque los Wheeler, cuya relación experimenta una tragedia al final de la película, devaluaron la vivienda así como el hecho de que “no era sencillo tratar con ellos”. En suma, el factor humano también influye en las transacciones inmobiliarias.
Pero más allá de filmes sobre hogares de películas e importancia del negocio inmobiliario en la trama de esas obras audiovisuales, también se puede encontrar títulos que nos acercan al sector inmobiliario de una manera clara y concisa explicando sus entresijos y desvelando la importancia que tiene para la economía de un país. Un buen ejemplo de ello es La gran apuesta (2015, Adam McKay), una comedia dramática con Christian Bale, Ryan Gosling, Steve Carell y Brad Pitt que, lejos de hablar de la venta de hermosas viviendas de película, trata sobre los entresijos de la crisis inmobiliaria de 2008.
Así, mientras los cuatro protagonistas vislumbran la futura quiebra del mercado hipotecario deciden invertir a la baja en el mercado de la vivienda, yendo a contracorriente del resto de inversores, la película ilustra y explica términos como las hipotecas ‘sub-prime’, el ‘swap’ hipotecario o las obligaciones de deuda colateralizada.